20130930

Despedida.

Vi cómo te alejabas.
Tu barco zarpó, cruzando al otro lado
en la inmensa noche fría, que abrazaba
con su lluvia envolvente de melancolía.

No pude más que saludarte con la mano,
desde lejos, sin siquiera me veas,
 por la neblina. Y dejar mis lágrimas caer.
Sabiendo que allí se iba un barco repleto
de ideales con los que me gustaba platicar
durante horas, en cualquier lugar.

Se fueron de mí, esos labios, mujer.
Los labios que decian de la forma más dulce
lo que fuera. Esos ojos, transparentes de mirada
muy cálida, que daba gusto tener en frente.
Ese rostro que podría haberme quedado
durante horas enteras contemplándolo.

Sólo queda preguntarme, ¿por qué no te corrí?
Pienso y repienso, ese último abrazo que no te daré
y esa espalda, tu bonita espalda tambaleandose en el muelle
titiritando de frío. Como si a gritos me pidiese
que no me quede mirando, que valla a acariciarla
una última vez.

Ay mujer, me dejas en un cielo sin estrellas
y sin tí, mi luz incandecente.

20130910

El viento silba furioso.

Quien quiera que fueras, cualfuera la forma que poseas. Oh por favor, no aparezcas.
La sola idea de que rondes por aquí causó revoluciones imposibles en la realidad.
Es que no hay espacio. Todo, absolutamente todo por más empeño que se le ponga
en formularlo bien, finalmente se deforma, se desformula para llegar distorcionado
y ser mal interpretado. O será que pocos saben qué formulan y cómo,  para luego
poder hacerse cargo de los efectos colaterales.
No hay espacio acá, no. Y me estoy asfixiando de los muchos lugares que sobran aquí.

El mundo del viento

Duendes invisibles que traspasan, empujan y acarician todo.
Duendes color aire saltando amontonados, cantando en los oídos de todos.
Duendes por doquier escapando a nuestros ojos. Visibles al tacto.
Duende, duendes.