Una noche de un fin de semana cualquiera.
Cualquiera no, una noche helada, con un viento que
soplaba las mejores locuras hacia nuestro oído.
Estaba repleta de un ambiente hermoso y con exeso de
población de risas.
Las estrellas tímidas se habían escondio, o quizá fueron
las nubes egocéntricas que las taparon, no lo sé.
Tanto frío que ni la luna quería salir.
Y nuestras miradas, ellas sí, querían salir a su encuentro.
Encontrarse para no saber cómo reaccionar, ni tampoco
qué sentir, ni qué recuerdo elegir.
De pronto apuraron al sol, se hizo de día, pero casi sin darnos
cuenta, ese día fue extremadamente corto. Y ahora sí, nos
encontramos con estrellas titilantes y una luna imponente.
Entre juegos y anécdotas, entre horas apresuradas que no
paraban de volar de acá para allá, entre masajes. Nos encontramos
después de quizá años, nos volvimos a cruzar con ese camino,
viejo y olvidado. Que en el momento parecía que fue ayer
la ultima vez que lo habiamos caminado.
Así sin más ni más, tus labios se pegaron a los míos
deseando generar la más linda de las atmósferas, deseando
como en los viejos tiempos revolucionarnos hasta las uñas.
Pero no fue así, simplemente todo se envolvió de amor,
pero amor incómodo. Ya tan encaminados en esa fantasía
nos habiamos olvidado de la realidad en la cual estamos lejos.
Tan lejos que ni ese beso tuvo la fuerza de juntarnos un poco más.
Sin embargo nos susurramos palabras que nunca antes habiamos
tenido el valor de dejarlas salir, y así quedo alimentado de magia
un bello recuerdo, envuelto en palabras que le aumentan belleza,
pero con todos los tintes de actualidad que necesita.