20130712

La espera.

¿Cuántas horas le hacen falta al día para que la noche no sea tan corta?
Ya no es la comodidad de hechar culpas, es la acumulación de tanto que hacer. Y estoy acá sentada, pero esto también es necesario.
El tiempo tan abstracto, tan concreto, amigo y enemigo ; casi un tesoro. Que encierra tantas historias, en las cuales no puedo concluirlas con un 'para tu piel', que no puedo resumirlas sin hacer mezclas de protagonismos. Esas historias que no van de la mano de reconocidos escritores si no más bien van embarcadas a la mar en notas musicales y en mares disidentes. Historias con un tono de fantasía también. Me siento en un microcosmos viviendo otras vidas, en constante juego y sin embargo es una sola, la mía. Algo muy importante que hay que gritarlo de acá para allá y que podría tranquilamente ser motivo de aprender a bailar salsa en zancos, es que una historia cerró mejor que cualquier final de cuento maravilloso, mientras que otras -y quizá alguna sin querer- quedó abierta.
Volví después de un largo trecho del camino sumergida al juego, volví más niña que nunca. Con tanta hermosura rodeandome. Con entuciasmos de manchar hojas y hojas detallando las historias que enroscan mi cabeza. Pero ahora, lo principal, es que se hace tarde y todavía hay una silueta a dibujar.