Después todo fue silencio. El silencio eran todos los dolores que crecían sin piedad. Sin piedad por el silencio. Sin misericordia por los quejidos. Por ese rencor como de odio o de pasión por la vida del naúfrago que relata la adversidad:.. y mientras corríamos por esa llanura de roca pelada, supimos lo que se llamaba libertad. Pero nuestra alegría quedó atada al destino de los otros compañeros en prisión.